martes, 1 de julio de 2008

Rey muerto, Rey puesto, o la historia de Terropium

Terropium era una tierra generosa. Todos los que allí vivían, si no felices, al menos pasaban la mayor parte de su existencia sin muchas preocupaciones. Había problemas, como en todos los sitios, pero estos se resolvían porque Terropium era un lugar francamente inspirador y bello: sus campos eran productivos y los recursos naturales abundantes. Sus ciudades eran francamente hermosas, y sus gentes componían un pueblo único y superior en bondades y virtudes a todos cuando he conocido.

Ciertamente, Terropium era un buen lugar para estar. Su pueblo admitía a todo el mundo con generosidad y franca alegría, y si bien existían personajes singulares que puntualmente copaban la atención de los terropiumenses, dos figuras sobresalían. Aquellos dos individuos hubiesen sido el biunvirato regidor de Terropium, de haber tenido Gobierno esta tierra. Pero no tenían poder alguno. Sencillamente, amaban a Terropium con auténtica devoción, y Terropium los amaba a ellos. Eran grandes figuras en la vida de Terropium, pero cada uno en un ámbito diferente. No eran administradores estancados en compartimentos burocráticos. De hecho, las actividades que ejecutaban se yuxtaponían con frecuencia. Ellos sólo se dedicaban a amar a Terropium.

Un día, uno de ellos, el más amado por Terropium, tomó una decisión. Decidió que Terropium lo había absorbido, que era incapaz de distinguir entre la piel de sus dedos y la tierra de Terropium. Su cabello pasó a ser la bandera de Terropium, o quizá fue la bandera la que sustituyó su cabello. Se encontró en una realidad que no reconocía y decidió partir con la promesa de volver y con palabras bellas.

Terropium echó en falta su presencia.

El otro se dedicó aún más en cuerpo y alma a Terropium. De sumo grado, pues era lo que más amaba. Echaba también en falta a su compañero, pero Terropium seguía ahí, y él intentó que las cosas, aunque tenían que cambiar necesariamente, fuesen bien. Durante un tiempo podría decirse que tuvo relativo éxito.

Pasó un tiempo, y Terropium decidió mandar una delegación a las tierras donde su amado personaje estaba. Tardaron en encontrarlo, pues la belleza del mundo lo había cautivado, y vagaba en un éxtasis alejado de todo su pasado. La delegación volvió con noticias de hermosos y lejanos lugares, con buenas nuevas del César que decidió marcharse, y sobre todo, con esperanza para el pueblo. Después de todo, antes o después él volvería.

Y volvió, pero trajo el caos. Terropium lloró amargamente, y él volvió a irse. El que quedó, lloró con Terropium, y se volcó aún más en procurar que Terropium encontrase algo de estabilidad, un apoyo sobre el cual levantarse y sostenerse en pie. El fracaso fue tal que aquellos momentos se recuerdan más con risa que con pena.

El que quedó dejó de existir. Se convirtió en parte de Terropium. Pero no hubo reciprocidad. El pueblo de Terropium, sumido en la desesperación al ver que su gran figura partía de nuevo sin promesa alguna de regresar tal y como era, buscó y se dejó seducir por cualquier personaje. Aparecieron algunos nulos y bobos, y otros más interesantes. Terropium se arrojó a sus brazos olvidándose de todo lo demás.

El que quedó dejó de ser. Unido como estaba a Terropium, se sintió rechazado y traicionado. Sintió rabia, amargura, envidia, celos… Sintió que todo aquello que había hecho y dicho en el pasado fue vendido a precio de saldo en el Zoco de Terropium. Desapareció como ser humano. Se convirtió en una sombra que vagaba por Terropium buscando algo que fue en el pasado, pero que no existía en el presente. Quemó campos y apagó el fuego con sus lágrimas. Arrancó minerales de la tierra y las arrojó a las profundidades de los mares, para después recuperarlas y labrar hermosas joyas. Su comportamiento era irritante, incoherente, y rozaba la locura; aunque Terropium lo había traicionado, sin dejar nunca de amarlo, él amó en cada instante a Terropium.

Terropium lo llamó, y él acudió, pero no se entendieron. Él llamó a Terropium, pero aquello tampoco dio buenos frutos. Él siguió vagando por las tierras de Terropium. Dejó de llorar. Dejó de lamentarse. Dejó de hablar. Dejó de compartir. Dejó de sentir. Dejó, en esencia, de ser un humano, y se convirtió en un espectro que vivía en las sombras más oscuras y profundas de Terropium. Aunque los que se encontraba en su viaje a la demencia le insistieron, no fue capaz nunca de abandonar Terropium, ni de renegar de aquella tierra que tanto seguía queriendo.

Finalmente, él y Terropium se reconciliaron. Pero las cosas eran muy diferentes. Otros muchos biunviratos existían en Terropium. El pueblo, arengado por aquellos advenedizos, rendía devoción fanática. La esencia de Terropium era la misma, pero Terropium había cambiado. Él se dio cuenta de que Terropium jamás le volvía a ver como antaño. Terropium y él habían cambiado, y el pueblo había elegido nuevos personajes a los que amar.

Entristecido, él se retiró de nuevo a las sombras, al segundo plano al que había sido relegado. Desde allí, resignado, siguió amando a Terropium, hasta el día de su muerte.

lunes, 23 de junio de 2008

NOSMODESDESA

¿Y qué más da todo? El mundo se emborrona en sí y sobre sí mismo, todo visto a través de un cristal de mentiras y distorsiones.



Te preguntas cómo puede uno aburrirse solo...

Quizá uno se aburra de estar solo, al tiempo que te echa en falta; que te echa de menos porque siempre has sido lo más importante en su vida.

Seguramente aburrimiento no sea la mejor palabra. Puede que... nostalgia... o morriña. Y desrrealización. Y desesperación... Y mucha apatía: NOSMODESDESA.

viernes, 23 de mayo de 2008

domingo, 18 de mayo de 2008

martes, 25 de marzo de 2008

La tierra de Me Importa Un Bledo

En la tierra de Me Importa Un Bledo las mentiras son una constante. Por supuesto, en toda realidad humana las mentiras son la constante que mueve la realidad misma. Pero en dicha tierra las mentiras las crean aquellos a quienes más queremos, aquellos de quienes menos las esperamos, y de quienes más daño nos hacen.

En Me Importa Un Bledo se crean mentiras ilusorias con el ánimo de salvaguardar al individuo. Así, paternalmente, se pretende evitar un mal mayor. Lo que las mentiras jamás podrán ocultar son las verdades que tras ellas subyacen. Intentar proteger es injusto, además de poco considerado. La mentira que viene de mano de lo único por lo que nos apetece respirar es mucho peor que todo el podrido sistema occidental donde reside Me Importa Un Bledo. Es mucho peor que el consumismo individualista y egoísta que pudre la sociedad hasta el tuétano.

La tierra de Me Importa Un Bledo es un lugar del momento, del instante. Debes coger todo lo que puedas del presente, al más puro carpe diem, pues no sabes si todo en lo que crees seguirá estando ahí después del instante. No hay promesas, sino palabras, vacías una vez pronunciadas, libres de todo significado, y dolor.

Es un páramo oscuro con momentos de luminiscencia, que casi podrían identificarse con luminosidad. Pero la llama que alienta la luz no es constante, ni es efímera. Tan pronto puede estar, y ser permanente un tiempo, como desaparecer sin aviso previo dejándole a uno sólo, y frío. Solo y frío.

Antes de llegar aquí Dumas solía escribir a mano sus pensamientos. Antes de conocer Me Importa Un Bledo imitaba lo que su imaginación había creado la lectura de muchos otros anteriores a él; pero la realidad de Me Importa Un Bledo es, quizá, la única verdadera, y ataca lo asentado con una fiereza tal que incluso lo inamovible se tambalea y desmorona como un castillo de naipes.

Existen multitud de modos de hacer las cosas. Etiquetarlas con adjetivos sólo es un modo pueril de ordenar nuestras preferencias. Pero en Me Importa Un Bledo las cosas siempre se hacen con una escala ajena a lo gradual, y de modo egocéntrico. Uno mismo pesa más que todos los demás. El bienestar de uno, momentáneo, temporal, es preferible al bienestar buscado entre dos almas. El hastío que lleva a Me Importa Un Bledo implícitamente conlleva la visión egoísta de las cosas: o lo tomas, o lo dejas.

Los peores momentos, pensó Dumas, siempre fueron los inmediatos al fin del día. Pensar puede convertirse en un terrible acto, en una tortura. No suponer, ni imaginar… pensar. La cultura cristiana, acertada pero erróneamente, nos dice que la verdad nos hará libres. Por supuesto, no su verdad. Pero cuando pretendemos haber roto las cadenas del padre saliendo al mundo libres, Me Importa Un Bledo nos retoma con un golpe de verdadera realidad adonde siempre hemos debido estar; esclavos de una cosa u otra, esclavos de alguien, esclavos de nosotros mismos.

En realidad la vida bohemia y fracasada de los personajes de los escritores malditos creaba una vaga sensación de envidia en Dumas. La aceptación voluntaria de la soledad, una vez descubierto, desde muy jóvenes, que el mundo está lleno de mierdas, como acertó Diógenes el Perro, y que cada uno es el mayor mierda de su mundo.

Las grandes hazañas no existen. Sólo existen humanos impresionables y buenos historiadores. Todos morimos de la misma manera; habiendo cagado, vomitado, meado, sudado, follado y amado. Todos nos imaginamos singulares y únicos, cuando lo cierto es que todos penamos por los mismos motivos. Cien mil años de historia del hommo sapiens y la sapiencia brilla por su ausencia en un mundo donde el hambre y la muerte llevan mucha ventaja, donde ganaron la partida hace cien mil siglos. Nadie hablará de nosotros cuando hayamos muerto, y tanto que da…

El ser humano teme a la muerte cuando pasa unas cuantas décadas intentado respirar, realizando una legión de acciones corporales, sin vivir ni un instante… O sencillamente viviendo en orgasmos.

¿Eres feliz? ¿Haces todo lo posible por hacer feliz a aquellos que te rodean, a los que quieres, y te quieren? Siguiendo con la analogía cristiana, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra…

En la tierra de Me Importa Un Bledo las cartas ya no se escriben, ni se entregan, y ni mucho menos se leen. Entre unas sábanas que no huelen a propias Dumas lía cigarrillos y descansa con valeriana, y potentes sedantes. Lástima no tener otras sustancias. Su vida puede estar en pocos segundos en una vasta red virtual al alcance de todo el mundo, y de nadie. El anonimato y la espontaneidad del instante es la nueva fórmula, tan vieja como el humano, para la relación.

El caso es que, en Me Importa Un Bledo, se vaga sin rumbo por un infinito desierto llano de sal, sin el menor punto de referencia para encaminarse, pero con un GPS que indica alguna dirección. Elige éxito, fracaso, o muchas variantes intermedias para encaminarte. Déjate guiar, una vez rompiste las cadenas del padre, por diez satélites geoestacionados con una precisión de ubicación menor a cinco metros. Llegarás a tu destino, cinco metros arriba, cinco metros abajo. Un completo éxito.

Mal lugar es Me Importa Un Bledo para afrontar la soledad.

El lecho de dos es muy grande cuando lo ocupa uno...

lunes, 17 de marzo de 2008

Silencio, se grita

Al tiempo que el aula entera, rebosante de estudiantes de quinto de carrera, reconoce que no sabe pensar, afuera, una masa vociferante grita aún contra lo que está ya hecho, disfrazando el ruido de pretendida protesta informativa. A su paso, abren las puertas del aula, donde veinte cabezas bienpensantes elucubran acerca del pensamiento. Abren la puerta al grito de “libertad, libertad”, interrumpiendo de facto, y no como causantes de efectos colaterales, la decisión de aquellos que no piensan como ellos: tienes libertad para no escuchar lo que quieres, sino lo que yo grito. Sus ojos escupen mierda, desprecio. Eres inferior por no estar con ellos, vales menos porque piensan que no piensas por ti mismo. Eres un pringao, y yo no, porque fumo porros. No vales nada porque no eres como yo. Viva mi anarquía.

Mientras esto sucede, en el Ministerio y el Rectorado de la Universidad los minutos pasan ajenos a la protesta que clama “contra” y “no” y que grita libertad contra los que han decidido por mismos lo que desean, que han decidido no participar en su protesta.

jueves, 13 de marzo de 2008

Toledo


Municipio de la provincia del mismo nombre.

El Ayuntamiento se encuentra en la ciudad de Toledo (67.000 hab.), que es a su vez capital de la Comunidad Autónoma de Castilla- La Mancha. Se asienta sobre un cerro y la rodea el río Tajo, dando la impresión que el río abraza a la Ciudad Imperial. Hasta el siglo XVI, que es cuando la corte se traslada a Madrid, Toledo resume buena parte de la historia de la Península Ibérica.
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La ciudad de Toledo es considerada por la UNESCO “Patrimonio de la Humanidad”. Es una de las ciudades más turísticas de España.Este nombramiento no es gratuito, la ciudad es una auténtica joya monumental y un reclamo turístico de gran importancia en España y en Europa. Ninguna ciudad española condensa tanta historia de España, ni reúne tantos monumentos de las más variadas culturas que por ella han pasado: la hispano-romana, la árabe, la judía y por último la cristiana.